domingo, 8 de septiembre de 2013

La privatización del modelo social

Sao Paulo, Brasil, una de las sociedades más polarizadas del mundo
Sao Paulo, Brasil, una de las sociedades más polarizadas del mundo
   Hoy vamos a hablar de bienestar. Del Estado del Bienestar, concretamente. Así que leedlo rápido, porque quizá cuando lleguéis al final del artículo ya no quede sobre lo que disertar. Este artículo realmente es una revisión de una práctica universitaria que, en los términos que se maneja, me temo peca ya de obsoleta. Sin embargo, los principios y dinámicas que se revelan en su análisis sí permanecen, y nos sirven para extraer algunas conclusiones interesantes. Por hemos realizado unos cuantos cambios para ti, exigente lector. De nada.
   Para empezar, ya el título de dicha práctica “Las clases medias” haría que muchos ideólogos de izquierdas se arrancasen los ojos de cuajo, así pues lo sustituiré o entrecomillaré cuando sea menester. Para curarme en salud, aclararé de antemano que, en efecto, si bien a fecha de los textos en los que se basa este artículo (31/05/2009 y 04/04/2010 respectivamente) quizá sí podríamos hablar aún sin miedo de trabajadores que, por nivel de renta, por su situación y precepción social o nivel de consumo gozaban de un nivel de vida sustancialmente diferente (de “clase media”) de otros trabajadores misérrimos que viven en la más absoluta desesperación, despreciados por la sociedad.
   Sin embargo a día de hoy, la desesperación es el orden del día en la mayoría de hogares, bien sea por la sanidad, el empleo o la educación, el concepto, la ilusión de esa “tercera clase” intermedia que media entre los pobres (que el marxismo quizá denominaría como el lumpenproletariado) y las élites ha desaparecido prácticamente, lo cual no implica que aquellos que vivían en el arroyo mantengan su nivel de vida, sino que han dejado de invisibilizarse, que han sido desplazados de los servicios sociales mínimos por esa ex–clase media que observa aterrorizada como las mentiras vendidas por el corporativismo globalizador imperante como la "cultura del esfuerzo” o la meritocracia se derrumban ante sus ojos.
   Los artículos tratados eran dos (podéis leerlos enteros AQUÍ). El primer artículo trata la desaparición de las clases medias en el primer mundo. Tanto sociólogos como economistas, periodistas y estadistas observan el fenómeno del detrimento de estos trabajadores de cuello blanco en favor del mileurismo (fijaos si es antiguo el artículo). Debido a la rebaja global de los salarios con perfecta justificación en la crisis económica, la precariedad laboral y la reducción salarial se ha extendido más allá de los jóvenes recién licenciados a otros status laborales (desde obreros cualificados hasta prejubilados) llegando a ser en España estimadamente unos doce millones de personas. A pesar de las medidas políticas encaminadas a ayudar a los mileuristas españoles, la edad media de emancipación continúa siendo de treinta años mientras el salario medio continúa reduciéndose incluso en períodos de bonanza económica.
   Pero este fenómeno no se da exclusivamente en España; tanto en Alemania como en Francia o Grecia, el paro juvenil y la diferencia salarial aumentan mientras disminuye el poder adquisitivo. En Estados Unidos la política de precariedad laboral aplicada por la cadena de supermercados Wal-Mart se empieza a popularizar en las empresas, creando el término walmartización. La globalización expande las grandes marcas comerciales que abogan por el bajo coste de sus productos, como Ikea, Ryanair o Mc Donald’s, configurando un entramado que acerca progresivamente a la “clase media” y baja creando la “clase de la masa”, sin elementos integradores y aparentemente despreocupada del Estado de bienestar, pues, según argumenta el autor del artículo, deja de interesar el pago de impuestos para su mantenimiento, altamente consumista, oportunista e incluso favorable a ideologías reaccionarias.
   El temor a la expansión del comunismo por parte de las burguesías industriales de posguerra forzó en Europa la potenciación del Estado del Bienestar hizo aparecer a las denominadas “clases medias” tras la Segunda Guerra Mundial. El temor al “oso soviético” ya no existe, y a pesar del optimismo de algunos economistas, que niegan la mayor, la verdad es que el ensanchamiento de la desigualdad, los datos indican que las familias con todos sus miembros en paro ha sobrepasado el millón (estamos ya realmente en 2 millones de familias sin fuente de ingresos a fecha de 27/04/13), los contratos temporales aumentan, la edad activa de trabajo y de independencia económica se reducen, generando parados que tan solo encuentran empleos precarios y para los que están sobrecualificados. Aquellos con mayor formación pueden obtener trabajo más fácilmente, por lo que se observa una vuelta de los más adultos a la universidad (ahora podríamos añadir un “para aquellos que puedan permitírselo, por supuesto”). Según el artículo, con cuya afirmación discrepo rotundamente, la inversión en I+D+i no parece tampoco ser la solución, supuestamente porque los países en desarrollo también evolucionan ampliamente en este sector. La vía más común de obtener seguridad laboral aparece a través del funcionariado (y ahora ya ni eso. Gracias, Mariano).
   Toda esta situación parece estar siendo aceptada con resignación, la política se convierte en un espectáculo y los ciudadanos (dice el artículo) apenas han protestado, las medidas del bipartidismo socialdemócrata y democristiana-conservadora se han acabado asemejado tanto que han acabado pareciendo idénticas al aceptar ambas la lógica neoliberal del mercado, por lo que se generaliza generaliza y dice que las ideologías (¿todas?) parecen estar en decadencia. Los sindicatos tampoco tienen la fuerza de antaño ni la capacidad de representación de clase del siglo pasado, así que mientras la sociedad tiende a una situación en la que jóvenes altamente preparados y “la clase de masa” se convierte en empleados complementarios, mientras OTROS se convierten en indefinidamente fijos necesarios para generar mayor PIB, quedando esta última rama especialmente copada por la generación del baby boom de los 50 y 60 en todos los ámbitos, política, empresarial e incluso cultural, que ya en 2009 prometía un futuro inmovilista escalofriante.
Mapa de la pobreza en India.
Mapa de la pobreza en India.
El segundo artículo trata sobre el florecimiento de la “clase media” india. Este cambio se está produciendo de manera vertiginosa, tanto por el aumento de ingresos disponibles en las familias mientras aún se mantiene un coste de la vida relativamente bajo, aumentando el consumo de bienes de lujo como teléfonos, automóviles, televisores, vacaciones en el extranjero… Las aspiraciones para un futuro mejor repercuten en la educación de los hijos, preferiblemente bilingüe. Las pujantes “clases medias” indias se están fomentando tanto con base en el sector público como en el privado y aunque en principio se muestran apolíticas el artículo augura que pronto el gobierno tendrá que ocuparse de crear la infraestructura social que requiere este nuevo tipo de sociedad, como educación, sanidad, etc.
   Dado el crecimiento económico de India, se vaticina que pronto será el quinto mercado de consumo mundial, y vislumbrará el establecimiento de multitud de empresas para cubrir las necesidades de consumo. Sin embargo, la expansión de las clases medias se centra en los núcleos urbanos gracias al acceso a las nuevas tecnologías, por su capacidad industrial y servicios, pero continúa estancada en el sector rural, que no alcanzarán el nivel de los ingresos actuales hasta dentro de doce años, tardando incluso en erradicarse la pobreza extrema en la que vive un tercio de la población hasta veinte años.
Mapa de la población con suministro eléctrico
Mapa de la población con suministro eléctrico
Tras el resumen de los artículos, la práctica requería una reflexión acerca de los mismos. No puedo evitar disimular que ambos artículos me llamaron poderosamente la atención, especialmente porque reflejan un cambio que se está produciendo en todo el mundo, que estamos viviendo y que por tanto requieren de un análisis exhaustivo para comprenderlos.
    Por un lado, la sociedad occidental asiste a las consecuencias de aquello que ha estado permitiendo (o ignorando, según se mire), durante años: las grandes empresas deslocalizaban las fábricas para obtener mano de obra cuasi esclava y abaratar así el coste de las exportaciones, facilitando el lucro rápido de los propietarios de las fábricas, potenciando en el primer mundo un consumismo exacerbado basado en unos precios bajos gracias a la plusvalía obtenida de las deplorables condiciones en que mantenían a los trabajadores en países tercermundistas, muchas veces amparadas por dictaduras, a veces militares, siempre genocidas a través de la lógica del miedo. Esta tendencia ha acabado creando unas multinacionales lo tan fuertes como para plantar cara a los Estados nacionales y así imponer una serie de medidas beneficiosas para sus intereses financieros, como los sucesivos recortes en sanidad, educación y todos aquellos servicios públicos que por los que pelearon los trabajadores durante siglos. Una verdad amparada en el control mediático y social a través de unos políticos que facilitasen sus prácticas a nivel global y la incuestionabilidad de una ideología de culto al capital.
   Cobra especial importancia destacar la abismal diferencia entre el nacimiento de las clases medias india y europea: la europea surge en un momento histórico de desesperación y hambre; los países están arruinados, pero se teme la expansión del comunismo, por lo que el keynesianismo que ayudó a superar el Crack del 29 toma un impulso, surgiendo el verdadero Estado intervencionista y social, cuya concepción comienza a cambiar en los años 50 impuesta en Sudamérica y culmina con su triunfo en los 70-80 con Reagan y Thatcher. En cambio, la clase media india es un efecto colateral del desarrollo industrial derivado de la globalización, no tiene un Estado que lo ampare; los indios pudientes se pueden permitir una mejor educación, una mejor sanidad y unos mejores servicios, por lo que aparecen empresas a la búsqueda del beneficio que cubren dichos servicios. Como una parodia de la continuación del sistema de castas, solo aquellos con capacidad económica pueden adquirir una buena calidad de vida. Es un bienestar excluyente, artificial, que no surge de manera universal como el europeo. El bienestar pasa a no ser un derecho, sino un privilegio.
Derechos y Deberes, según para quién
Derechos y Deberes, según para quién
   Es curioso que crezcan las clases medias o desaparezcan, los empresarios siempre ganan: en India se crea un mercado de consumo procedente del escaso crecimiento económico que permanece en el territorio explotado y derivado de la brutal generación de riqueza de las élites locales que se han beneficiado con las deslocalizaciones, las cuales emergen con unas necesidades que son totalmente cubiertas por empresas privadas, que fomentan el corporativismo y mantienen a la población controlada condicionando la aparición de dichos servicios al crecimiento económico, mientras que en pro de ese mismo crecimiento al otro lado del globo se producen recortes públicos al Estado social, de nuevo en beneficio de las empresas y el sector privado, ya que al ser necesidades básicas de la población, el Estado se ve obligado a subvencionar el artificial mercado de la educación y la sanidad privadas, porque la pública, debido a las políticas adoptadas y al descenso de la recaudación impositiva se ven incapaces de sufragarlas.
   Así, las personas pasan a pagar impuestos al Estado, que subvenciona a las empresas, las cuales gestionan el dinero como les parece. El denominador común en ambas es muy significativo: el abstencionismo político. Los líderes políticos tradicionales no parecen dispuestos a cortarle las alas a esos poderes que se atreven a cuestionar el bienestar del ciudadano, esencialmente porque en gran medida forman parte de esa élite empresarial y financiera que se dedica con ahínco al mantenimiento del statu-quo. No nos engañemos, a los empresarios les es indiferente si accedes a la sanidad o a los servicios sociales, lo que les molesta es no sacar beneficio de la cobertura de tus necesidades básicas. Más allá de la educación y el control mediático, detrás de cuyo dominio sí veo claramente una intención fascista, elitista y represora, lo que el empresario busca es que tu existencia le reporte BENEFICIOS.
   Mientras, resuenan voces que invitan al abstencionismo, a la no intervención debido al justificado desencanto con “nuestros” políticos (menos se habla de la insatisfacción contra nuestro sistema económico, tristemente). Esto en mi opinión esta tendencia solo puede conducir a la pérdida del único poder de presión que tenemos las personas: el poder político. En una democracia se supone que todos somos iguales y la capacidad de decisión de cada individuo tiene el mismo peso independientemente del nivel de renta o de los ingresos de los que disponga y si esta realidad no se cumple, tal y como es evidente que sucede, el asunto es grave, y tocaría hacer una revisión en nuestros sistemas de valores para ver por qué permitimos esto. Nos merecemos a unos verdaderos representantes de la voluntad del pueblo capaces de plantar cara a los mercados, al FMI, a la Troika y ponerles nombre y apellidos. El bienestar no debe ir condicionado al funcionamiento de los mercados porque no tenemos capacidad de control y decisión sobre los mismos, hemos de conquistar el poder político para tomar las riendas del poder económico y redistribuirlo, pero para que ese cambio sea efectivo y duradero el cambio ha de ser a nivel supranacional.
   Si la globalización financiera dirige el mundo y puede decidir hundir a una sociedad o destruir el planeta para aumentar el margen beneficio de unos pocos, también tiene que tener la capacidad de hacer efectivos los derechos humanos, proteger los ecosistemas o acabar con el hambre en el mundo. La respuesta ciudadana, aunque esté en pañales, ya ha comenzado: el 15M, Occupy Wall Street, ATTAC, la PAH… o los partidos de la izquierda alternativa (anticapitalistas, ecologistas, etc.) han de ejercer de auténtico contrapoder. Asisten a la crisis económica, política y social aquellas generaciones que han nacido en el seno de “clase media”, de la clase trabajadora realmente y por ello son conscientes de la totalidad del sistema que nos intentan implantar y del peligro que supone. Disponemos de la formación necesaria para cuestionar el poder. Estas personas son la esperanza que necesita la sociedad. Es ahora o nunca: devolver el poder al pueblo o asistir impasibles al triunfo del feudalismo del siglo XXI.
 Artículos utilizados para la realización de la práctica (y posterior artículo):
La recesión golpea con dureza al principal sustento del Estado de bienestar
RAMÓN MUÑOZ 31/05/2009
El auge de un nuevo grupo social cambia el patrón de crecimiento del subcontinente
ANA GABRIELA ROJAS 04/04/2010